Waldo Acebo Meireles
En agosto de 1961 tomé un tren hacia Holguín, era uno de aquellos excelentes FIAT con aire acondicionado, ventanas panorámicas y mullidos asientos reclinables, frente a mí se sentó una mujer algo pasada de peso que después de preguntar mi destino, el de ella era Camagüey, empezó una larga conferencia sobre el tema de la ganadería cubana, supongo que ella era o una veterinaria o por lo menos una zootécnica, no entendí mucho de sus largas y prolijas explicaciones, que duraron decenas y decenas de kilómetros, pero varias cosas me quedaron en mi más recónditas circunvalaciones cerebrales.
La primera era bastante conflictiva y contraintuitiva, consistía en que si no se realizaba una matanza racional y sistemática del ganado la cabaña ganadera se vería disminuida, en realidad yo no pude razonar aquello, es decir que solo matando reses se mantendría y aumentaría el número de cabeza de ganado, aquello me resultó totalmente absurdo. La segunda no me fue tan preocupante y era que en Cuba después de casi 500 años de la introducción del ganado vacuno se había generado una raza ganadera bien adaptada a las condiciones del país, y que era tanto productora de carne como de leche, era ideal para el desarrollo de una robusta y saludable masa ganadera, en las condiciones nuestras. Por último me informó que el ganado cubano, por obra y gracia de algún accidente genético ─eso no me lo dijo ella, lo deduzco yo─ el ganado cubano estaba libre de la fiebre aftosa, lo cual atraía a ganaderos de otros países en aras de mejorar sus rebaños.
En aquellos momentos yo desconocía que el ‘ganadero en jefe’ ya había ordenado que no se podía sacrificar ni una sola cabeza de ganado, aunque la vaquita, o el torito, fuese total y completamente improductivo; tampoco podía saber en esos momentos que a mediados de los años 60, (era aquella época luminosa en que leer los enjundiosos libros de Andrés Voisin era una prueba de rigor revolucionario) al comandante Luis Crespo [el guajiro], al que no sabían dónde ponerlo, le dieron la ‘tarea’, después de entregarle una maleta con un millón de dólares, de comprar en la Alemania Federal dos barcos medio destartalados, arreglarlos, crear una compañía supuestamente privada llamada Compañía Cubana de Navegación y en esos barcos montar cientos de cabezas de ganado para venderlos en Italia y España y con esos dineros comprar sementales en Canadá, con los cuales se mejoraría la cabaña ganadera cubana y con ellos convertirnos en una nueva Suiza en cuanto a la producción de leche y derivados, ya que en otros aspectos era un poco más complicado. Esto no hubiera sido muy difícil si tomamos en cuenta que la ganadería, después de la caña, ocupaba el segundo lugar en la creación de riquezas en Cuba.
En Cuba se había pasado, en los siglos XVI y XVII, de una ganadería, más bien cacería de ganado mostrenco o cimarrón, en el cual los monteros correteaban al ganado por las sabanas y con largas varas que portaban afiladas cuchillas desjarretaban a las reses y, espero que después de matarlas, le arrancaban el cuero que era una fuente de comercio en aquellos primero siglos. Poco a poco se fue pasando de formas tan crueles y primitivas a una ganadería más ordenada y según el Censo Ganadero de 1953 en Cuba existían 89,934 fincas de crianza, los éxitos de esa ganadería se mostraban anualmente en las ferias ganaderas que se efectuaban en Rancho Boyeros.
Ya todo sabemos cómo terminó aquella hermosa historia, si en Cuba en 1957 existía 0.84 cabeza de ganado por cada habitante, en el 2015 esa relación se redujo 0.36, es decir que de 5,325,000 dimos un glorioso salto atrás a 4,045,900 cabezas de ganado, lo cual explica claramente la imposibilidad de alcanzar el vasito de leche por persona.[1]
En mi investigación de la historia y desarrollo de la región al sur de la capital[2] pude comprobar en situaciones concretas el desastre que ocurrió no solo en cuanto a la ganadería, pero aquí sólo nos referiremos a esta. Esta región que comprende, entre otros, al municipio actual de Arroyo Naranjo, era una fuente de alimentos para la ciudad, en ella chinos sembraban, con esa paciencia que se les adjudica, al oeste de Santa Amalia y noreste de Los Pinos, verduras, vegetales y flores aprovechando las aguas del arroyo Orengo, las aguas del rio Luyanó eran hábilmente utilizadas por los campesinos criollos en la zona del Calvario y en las fértiles tierras que rodeaban a los pequeños poblados de la Chorrera y Las Guasimas se producían viandas, hortalizas y flores para el consumo citadino usando las aguas del rio Almendares. Conformaban un verdadero ‘Cordón de La Habana’ y no la calamidad que se produjo en los años 60’.
En una zona que en el siglo XVII y XVIII fue la base de la producción azucarera de La Habana y que comprendía el territorio que hoy ocupan La Güinera, Parraga, A. Naranjo, Managua, Calabazar, etc. a inicios del XIX, después entrar en decadencia los viejos trapiches con la entrada de los ingenios en el sureste habanero, se produce la ‘demolición’ de las tierras y un fraccionamiento en pequeñas y medianas fincas que producían frutas, menestras, maíz, arroz, forraje, etc.
En esas pequeñas y medianas fincas comienza lentamente la producción ganadera inicialmente dedicada a la producción de carne sin embargo ya en el siglo XX el desarrollo ganadero se dirigió a la producción lechera, fueron varios factores los que contribuyeron a esta nueva orientación económica. Las medidas higiénico-sanitarias dictadas por el ayuntamiento capitalino fueron desplazando maneras y costumbres rudimentarias en cuanto a la distribución de la leche en la ciudad. Esas medidas aceleraron la desaparición de los ‘ordeñadores a domicilio’ que iban por las calles capitalinas con sus recuas de vacas, ordeñando y ofreciendo la leche directamente pero con un alto grado de contaminación, además tal método requería de establos en las inmediaciones con sus olores, acumulación de detritus, etcétera. La desaparición de esas antihigiénicas costumbres será un acicate a la producción lechera en gran escala.
Otros factores que contribuyeron fueron el mejoramiento de las vías de comunicaciones, la introducción y uso de los vehículos automotores y la utilización del hielo como medio de conservación y posteriormente la pasteurización. Todo ello garantizará, por lo menos teóricamente, la calidad de la leche que ya no se ordeñaba en la puerta de la casa, sino con mejores condiciones sanitarias, a una decena de kilómetros del consumidor.
Una de las primeras vaquerías de importancia fue la iniciada por los comerciantes españoles, posiblemente canarios, Juan Mungía y Manuel Alejo, cuando alrededor de 1907 adquirieron 12 caballerías de tierra [161 ha.] en la zona donde hoy se encuentra la cafetería ‘Galápago de Oro’ en el parque ‘Lenin’. Esta vaquería fue progresando hasta llegar a construir su propia planta de hielo, para 1929 ya utiliza 12 carros automotor y una rastra refrigerada para la distribución de la leche. En 1942 ya poseían una planta pasteurizadora.
Otra pasteurizadora fue establecida en 1950 en la vaquería “Cruz de Palma” en las cercanías de Las Guásimas y pocos años después las pasteurizadoras “Sta. Beatriz” y “Lucero” que producían además helados, yogurt, queso crema y mantequilla de máxima calidad.
Además de las vaquerías mencionadas existían otra menos importantes que surgieron entre 1907 y 1925 como “La Peña”, donde está hoy el reparto Ponce; “Palacio de Cristal” próxima a donde hoy está el hospital ‘Arturo A. Aballí’; “La Purísima Concepción”, cerca de las piscina en el parque ‘Lenin’; “La Lola” cerca de Managua, la irónicamente llamada ‘El Aljibe’ y otras. Además de estas vaquerías, de menor o mayor importancia, existían más de un centenar de pequeños productores cuya leche era acopiada por vaquerías como “Cruz de Palma”.
La siguiente tabla da una idea del desarrollo lechero en la zona, los datos derivados del Censo Ganadero de 1953 no me fue posible desglosarlo por la forma en que se conformó ese Censo pero considero que la comparación entre 1920 y 1946 refleja claramente el desarrollo de la ganadería lechera en la zona.[3]
1920 | 1946 | |
Vacas en ordeño | 4954 | 4755 |
Litros de leche producidos
[en miles de litros] |
3352,9 | 4593,1 |
Litros de leche vendidos
[en miles de litros] |
2977,7 | 4308,7 |
Promedio de litros por vaca | 705,3 | 965,9 |
La ganadería, incluyendo la industria lechera y sus derivados, empleaba unos 1500 trabajadores asalariados para mediados de los años 50, sin contar a los pequeños agricultores que producían para las grandes pasteurizadoras, constituyendo así la principales fuente de empleo en la zona, aunque esos obreros percibían míseros salarios.
La leche era distribuida de casa en casa, los lecheros ponían el litro de leche en la puerta de las viviendas recogiendo el vacío, era algo realmente irracional, a partir de 1960 se racionalizó la distribución de leche y se crearon los llamados ‘puntos de leche’, el problema era que después no había leche en los puntos.
¿Qué pasó? Las vaquerías fueron confiscadas y desaparecieron mágicamente, los pequeños productores terminaron convertidos en rentistas de las que fueron sus tierras y las mismas pasaron a conformar el maravilloso parque ‘Lenin’, el formidable Zoológico Nacional, el instructivo Jardín Botánico Nacional, y el increíble EXPOCUBA; las sobrantes quedaron básicamente improductivas, con excepción del marabú; las plantas pasteurizadora Santa Beatriz y El Lucero al parecer han soportado los embates de los ciclones y terremotos pero ya no producen los mismo que en la época antediluviana.
[1] Para los datos de 1957 consultar https://www.ascecuba.org/asce_proceedings/el-sector-agropecuario-cubano-bajo-el-socialismo-de-estado/ y para 2015 http://www.one.cu/
[2] Estos resultados aparecen en mi libro ‘Incidencias, confidencias y divergencias de un historiador’
[3] Cuando yo expliqué los resultados de esta investigación en la Comisión de Historia que presidía el general de brigada William Gálvez Rodríguez el silencio fue absoluto, lo cual no era lo habitual, ningún comentario, ninguna duda, todo estaba claro.
Sé el primero en comentar en: "Una breve historia de la ganadería"