María Werlau
Durante décadas, el Estado cubano ha coordinado un negocio multimillonario, basado en el comercio de la sangre que extrae a ciudadanos que ignoran ese tráfico y que no reciben remuneración alguna por sus donaciones. Ya a mediados de la década del 60, los informes indicaban que Cuba vendía sangre a Vietnam y Canadá. En 1995, Cuba exportó sangre por valor de 30,1 millones de dólares estadounidenses, con lo que este comercio representó su quinto producto de exportación, solo superado por el azúcar, el níquel, los mariscos y el tabaco.
En las estadísticas oficiales del Gobierno cubano, que publica la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), no figuran estas exportaciones, pero los datos del comercio mundial indican que en los 20 años transcurridos entre 1995 y 2014 Cuba exportó 622,5 millones de dólares en derivados de sangre humana —lo que arroja un promedio anual de 31 millones de dólares— en el marco de la Clasificación Uniforme para el Comercio Internacional (SITC 3002), para componentes de sangre humana (plasma, etc) y productos médicos derivados del plasma (PDMP, por sus siglas en inglés). (Pueden consultarse los datos desglosados por año y país de destino, aquí.)
Cuba: Exportaciones de sangre humana o animal preparada para usos terapéuticos (en dólares)
1995 | 30.119.389 | 2005 | 30.650.512 |
1996 | 35.313.753 | 2006 | 38.643.533 |
1997 | 42.242.114 | 2007 | 31.368.893 |
1998 | 21.252.174 | 2008 | 14.186.330 |
1999 | 23.723.632 | 2009 | 18.156.364 |
2000 | 24.790.762 | 2010 | 28.239.160 |
2001 | 28.789.477 | 2011 | 63.523.047 |
2002 | 37.349.003 | 2012 | 29.431.681 |
2003 | 32.386.632 | 2013 | 38.000.405 |
2004 | 23.020.478 | 2014 | 31.280.981 |
Fuente: The Observatory of Economic Complexity |
El grueso de esas exportaciones se ha destinado a países cuyos gobiernos autoritarios son aliados políticos de Cuba, probablemente a entidades estatales que aplican criterios menos estrictos, tanto éticos como de otra índole (Irán, Rusia, Vietnam, Argelia hasta 2003; luego a Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador).
Según informes del Gobierno cubano, el 95% de todas las unidades de sangre humana acopiadas se fracciona en sus componentes, lo que permite un comercio mucho más lucrativo que cuando solo se vende el plasma, y facilita la producción de derivados del alto valor, como el interferón, la albúmina humana, las inmunoglobulinas, los factores de coagulación, las toxinas, las vacunas y otros productos fármacos. Este comercio de exportación dispone de una considerable ventaja sobre sus competidores, ya que se ahorra el costo habitual que representa el pago a los donantes por la sangre, que es la materia prima del negocio.
Cuba: Donantes de sangre no remunerados/Donaciones útiles
2010 – 420.372 402.422
2011 – 412.408 393.325
2012 – 428.304 406.846
2013 – 446.147 428.729
2014 – 407.989 392.244
Fuente: ONEI
El negocio podría ser mucho mayor de lo que reflejan los informes presentados en el marco de la SITC 3002. En 2012, la ONEI informó de 808 millones de dólares en exportaciones de productos médicos/farmacéuticos, algunos (o muchos) de los cuales podrían haber sido también derivados de sangre humana que no se hubiesen clasificado en esa categoría. La escasa fiabilidad de las estadísticas cubanas es de dominio público y, de hecho, los funcionarios cubanos han informado a la prensa que las exportaciones de productos farmacéuticos y de biotecnología superan actualmente los 2.000 millones de dólares.
El Gobierno engaña y explota a los donantes
Las campañas masivas para pedir donaciones de sangre voluntarias y altruistas comenzaron poco después de la llegada al poder de Fidel Castro, en enero de 1959. Pero pronto se implantó una estrategia mucho más siniestra. En la década del 60 se extraía la sangre a los presos políticos que iban a ser fusilados. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos denunció esta práctica en un cáustico informe, publicado en abril de 1967. Archivo Cuba ha documentado por lo menos 11 casos y ha obtenido numerosos relatos procedentes de toda la Isla sobre esta práctica, que estuvo en vigor durante varios años.
Durante muchos años, Cuba ha mantenido una tasa de donaciones del 100%. Hacia 1998, Cuba informaba de que la tasa de donaciones de sangre voluntarias y altruistas había superado el objetivo de un donante por cada 20 habitantes, fijado por la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud. En 2014, último año del que hay estadísticas disponibles, se informó que hubo 407.989 donaciones voluntarias no remuneradas, de las cuales 392.244 (96%) se consideraron utilizables. Resulta sorprendente que a los ciudadanos se les pida que donen sangre sin que tengan que someterse a ningún examen médico, ni siquiera a los más sencillos, y que a menudo los hospitales carezcan de sangre en casos de emergencias o de operaciones. Los PDMP tampoco están muy disponibles para la población, porque se reservan para los extranjeros, los miembros de la nomenklatura y los enchufados.
El ingreso medio mensual en Cuba es inferior a los 20 dólares y la cuota de racionamiento del mes apenas alcanza a cubrir durante diez días las necesidades de alimento del ciudadano promedio. A pesar de esta penuria económica generalizada, los donantes no perciben remuneración alguna. Habida cuenta de la crónica escasez de alimento, el bocadillo de queso y el jugo aguado que reciben resulta un estímulo suficiente para inducir a muchos de ellos a donar sangre.
Pero el Estado también dedica múltiples esfuerzos a organizar campañas de donación de sangre a lo largo del año. La prensa y otros medios de comunicación, todos estatales, promueven abundantemente estas campañas nacionales, en las que se insta a cumplir determinadas cuotas. Las donaciones de sangre voluntarias se exaltan como «un deber para salvar las vidas» de otros ciudadanos o de víctimas de desastres en otros países.
Los médicos de familia y una extensa red de organizaciones de masas, instituciones sanitarias y la Cruz Roja, todas controladas por el Estado, promueven la donación de sangre. Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), que cuentan con ocho millones de afiliados en un país de 11 millones de habitantes, tienen demarcaciones territoriales a las que se asignan cuotas anuales de donación de sangre. Los CDR distinguen a los «buenos revolucionarios» con diplomas y medallas; en el pasado, las recompensas comprendían televisiones, refrigeradores y otros bienes de consumo escasos. La sangre se obtiene mediante diversos grados de coerción en los centros de trabajo, escuelas, entre los miembros de la policía y las fuerzas armadas, entre los jóvenes que cumplen el servicio militar obligatorio de dos años de duración (y que suelen recibir magras raciones de alimentos), y en las cárceles, donde es fácil encontrar a muchos donantes hambrientos.
A determinadas personas se les convence con argumentos seudocientíficos para que se conviertan en «donantes permanentes». Se les dice, sin base científica alguna, que a menos que sigan donando sangre periódicamente, van a producir un exceso de glóbulos rojos (polycythemia vera), lo que pondría en peligro su salud. Se escogen algunos donantes entre grupos de personas que gozan de muy buena salud y se les aplica un tratamiento especial para que generen determinadas proteínas sanguíneas que facilitan la producción de «plasma hiperinmune”, que posteriormente será fraccionado. Según se informa, estos donantes «permanentes» y que son objeto de extracciones periódicas solo reciben una ración mensual de comida algo más abundante que el común de la población.
El Gobierno realiza grandes esfuerzos para disimular su negocio de exportación de sangre y elogia hipócritamente «la solidaridad del pueblo». Los funcionarios del Estado le dicen a la población que «cada donación salva tres vidas» y que su sangre se emplea en las operaciones, las emergencias médicas y el tratamiento de enfermedades. La exportación de sangre no se menciona nunca. Incluso las publicaciones científicas se suman al engaño con declaraciones tan estrafalarias como esta: «En nuestro mundo contemporáneo, unipolar y neoliberal, en el que países como Estados Unidos defienden la donación remunerada, Cuba aparece como un modelo de donación altruista…» (Dra. Silvia M. Melians Abreu, Dra. Anadelis Gámez Pérez, et. al., «Problemas filosóficos y sociales de la donación altruista de sangre», Avances, Centro de Información y Gestión Tecnológica CIGET, Pinar del Río, vol. 5 No. 2, abril-junio 2003).
Los derechos de los donantes de sangre
La Sociedad Internacional de Transfusión de Sangre (ISTB) es la principal sociedad profesional de ámbito internacional en la materia, que abarca la ciencia y la medicina de la transfusión y los trasplantes. Fundada en 1935, la ISBT congrega a más de 1.300 profesionales de más de 101 países. Su Código de Ética fue adoptado por su Asamblea General el 12 de julio de 2006 y fue enmendado en 2006. En él se estipula, entre otros principios:
1. «La donación de sangre… será en todos los casos voluntaria y no remunerada; y no se ejercerá coerción sobre el donante.»
2. «El donante prestará su consentimiento informado para la donación de sangre o de componentes de sangre y para el uso consiguiente (legítimo) por parte del servicio de transfusión.»
3. «Ni el establecimiento ni el funcionamiento de un servicio de sangre podrán estar basados en motivos de lucro.»
Desde una perspectiva ética y de salud pública, pagar o no pagar a los donantes de sangre —en vez de confiar únicamente en donaciones altruistas— es tema de un debate permanente. En muchos países en desarrollo la donación de sangre todavía se paga —aunque muy poco—, y en muchos países desarrollados las empresas lucrativas que producen PDMP pagan a sus donantes.
En algunos países, a fin de mantener las existencias de sangre, determinadas instalaciones médicas solicitan a los familiares de los pacientes que donen sangre voluntariamente. Por ejemplo, en EEUU, aunque la Cruz Roja solo recoge donaciones voluntarias, recibe pagos de los hospitales para cubrir el costo de las tareas necesarias para acopiar la sangre —búsqueda y examen de posibles donantes, extracción, procesamiento, pruebas, etiquetado, almacenamiento y distribución.
Lo que queda claro es que, según los expertos en ética, el consentimiento informado es un requisito indispensable para las donaciones y que el donante debe recibir información acerca de los usos posibles de su sangre, los posibles beneficiarios y los procedimientos que entraña, entre otras, una información exacta o inequívoca acerca de la posibilidad de su uso comercial.
Que un gobierno coordine un negocio de exportación de sangre con las donaciones altruistas y no remuneradas de ciudadanos a los que no ha informado, va en contra de las normas y prácticas internacionales sólidamente asentadas y, en realidad, es un hecho insólito. Según el Dr. Kenneth Goodman, fundador y director del Programa de Bioética de la Universidad de Miami y de su Iniciativa Panamericana de Bioética, «es una perversión» (entrevista realizada en Miami, el 15 de mayo de 2014).
Recomendaciones
La comunidad internacional tiene la obligación de:
1. Exigir al Gobierno cubano, por todos los medios disponibles, que cese todas las prácticas coercitivas, engañosas y obligatorias en materia de donación de sangre y que ofrezca a los donantes una compensación adecuada.
2. Pedir a todos los países que reciben importaciones de sangre humana u otros materiales biológicos procedentes de Cuba que exijan pruebas del consentimiento de los donantes y que informen a los destinatarios del origen de esos productos.
3. Nombrar un equipo independiente de expertos internacionales para investigar el sistema de donación de sangre y elaboración de PDMP de Cuba, con el fin de asegurar que esas tareas se llevan a cabo según las normas éticas y sanitarias y la transparencia adecuadas.
Tomado de: Diario de Cuba
María Werlau es directora ejecutiva del proyecto Archivo Cuba.
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