Recordando a Francisco Pérez Guzmán

Waldo Acebo Meireles

Hace años que le debo a «Panchito», como cariñosamente le llamábamos sus amigos y colegas, otros, a veces con menos cariño y más envidia, le decían «El guajiro»; en su natal Güira de Melena sus familiares y amigos más cercanos lo conocían como «Mimo», pues desde hace mucho he querido escribir unas breves notas en tributo a él.

De un origen muy humilde fue ascendiendo, a base de mucho estudio, trabajo de investigación y de infatigables lecturas, hasta el reconocimiento final, bastante tardío a pocos meses de su muerte, como Premio Nacional de Ciencias Sociales, otorgado por unanimidad, fue el necesario reconocimiento a su destacado aporte, la calidad de su producción intelectual, el alcance de su obra para la cultura cubana, la dedicación y el éxito en la revelación de nuevos caminos de investigación.

Panchito era un ejemplo de dedicación y tenacidad, francamente no conocí a ningún historiador cubano con mayor entereza y constancia en el trabajo, once libros desde su primero sobre la caída de Antonio Maceo publicado en 1974 hasta su póstumo libro Radiografía del Ejército Libertador 1895-1898 publicado en 2005 así lo demuestran. Como él dijo en su discurso de aceptación del Premio Nacional:

«La Historia y la investigación histórica forman parte esencial de mi vida»

Mi amistad con él se profundizó a partir de un interés común: las vicisitudes y consecuencias de la guerra de independencia en el territorio habanero, la publicación de un breve trabajo mío sobre la línea militar en la zona sur de la capital nos acercó a compartir fuentes y vías de investigación de ese fenómeno histórico, esto demuestra la sencillez, honradez, y modestia ya que no es habitual que los historiadores, por lo menos los cubanos, compartan sus hallazgos de fuentes, métodos y vías de investigación.

El hallazgo, por mi parte, de un manuscrito del comandante José Cadalso Cerecio, [durante la mayor
parte de la guerra fue teniente] narrando su participación en la Guerra del 95 y su vida durante los primeros años de la República, despertó su interés, máxime que Cadalso Cerecio había formado parte de las tropas de Maceo y participó en el rescate de su cadáver y el de Panchito Gómez Toro.

Nos comprometimos en trabajar el manuscrito de conjunto; pasarlo en limpio, tratar de identificar todos los personajes que en el aparecen así como los lugares de las acciones, etc. El propósito era publicar las memorias con una serie de notas explicativas y relacionarlos con otras obras del mismo carácter, anotemos que son pocos los diarios de combatientes que están publicados, en especial de oficiales de baja graduación como fue Cadalso Cerecio.

Yo tenía mis aprensiones, por dos momentos que aparecían en la memorias, uno, la simpatía de Cadalso hacia la intervención norteamericana en la guerra, la cual quedaba de manifiesto al mandar a su tropa a ponerse en atención y saludar militarmente a un escuadrón de caballería de soldados norteamericanos que se movían por la Calzada de Jesús del Monte hacia la capital. El otro su opinión muy crítica hacia Rubén Martínez Villena. Tenía fuertes dudas de que se publicase integro y no me parecía honesto eliminar esos dos episodios. Panchito pensaba que todo tendría solución.

Pero el trabajo quedó trunco, antes de mi salida hacia los EE.UU., le devolví el manuscrito a la nieta de Cadalso y sólo años, después al reconectarme vía e-mail con Panchito, y darle las coordinadas del manuscrito, decidimos reiniciar el trabajo de preparación, no avanzamos muchos ya que él tenía otros proyectos en sus manos, algunos de ellos quedaron sin realizar debido a su repentina muerte.

El incremento de su interés en las historias regionales y locales fue otro elemento que nos acercó y profundizó nuestra amistad, ese interés se manifestó claramente en sus dos últimas obras publicadas y muy en particular en un trabajo que en su proverbial modestia me envío para mi consideración: «El proyecto de independencia desde la perspectiva regional y local». Trabajo que no se si llegó a publicar de manera independiente, o formó parte de su última obra sobre el Ejercito Libertador, y en el que defendía el criterio, en contradicción con lo que académicamente siempre se ha aceptado, de que los líderes regionales desempeñaron un papel positivo, en sus propias palabras:

«Los caudillos microrregionales y locales fueron pilares que le dieron cohesión al Ejército Libertador y con su influencia sobre los subordinados y pacíficos patriotas, contribuyeron a sostener la lucha armada en condiciones muy adversas.»

Otro ejemplo de su creciente interés en las historias regionales se manifestó en un anexo a su libro «Herida profunda» en que abordaba los efectos de la ‘reconcentración’ en Güira de Melena. Finalmente manifestó su interés en continuar el trabajo con las historias locales de los poblados de La Habana, tema que habíamos discutido en muchas ocasiones en relación a mi participación en esos trabajos investigativos y que quedaron incompletos a mi salida de Cuba.

Las opiniones de Panchito acerca del sistema imperante en Cuba se fueron modificando con el tiempo, a ese régimen el dedicó su vida participando como un soldado de filas en el Ejercito, esa evolución de su pensamiento se refleja entre líneas y muchas veces no tan entrelineas en sus últimas obras y el hecho de que mantuviese contacto conmigo es un ejemplo de que de ese ‘comecandela’ de su primera juventud no quedaba nada; varias veces me invitó a visitarlo en Cuba diciéndome: “ven por acá que no pasa na”.

Panchito fue un ‘cubanazo’, un espíritu gentil como queda plasmado en la foto tomada poco meses antes de su muerte en la casa de un amigo común en Güira de Melena, y que acompaña este trabajo, pero dejémosle a María del Carmen Barcia, otra historiadora de indudable valía y de mejor pluma que yo, una apreciación final:

«Una laboriosidad a toda prueba, una modestia infinita, y una cubanía proverbial dibujan la personalidad de Francisco Pérez Guzmán, quien en círculos más reducidos es, para los que nos consideramos sus amigos, simplemente Panchito.

En estos espacios, compartiendo ideas e informaciones, irradia además un gran amor por su familia y por su terruño: Güira de Melena.

Por años ha trabajado en los contextos de austeridad, rigor y sencillez en que se desenvuelve la historiografía cubana y en ésta ha volcado uno de los trabajos más serios y constructivos de los últimos treinta años.

Por mucho tiempo hemos compartido espacios, dentro y fuera de Cuba, y en éstos, públicos y privados, se ha manifestado como un colega inteligente, un amigo cordial y un cubano raigal, franco y afable.»

Acerca del autor

Waldo Acebo Meireles
(La Habana, 23 de noviembre de 1943 - Hialeah, 23 de abril de 2022). Profesor de Historia, recibió la Orden Félix Varela por sus aportes a la enseñanza de la Historia de Cuba al introducir en la misma la enseñanza de la Historia Local. Es autor del manual para los maestros y profesores de las vías de vinculación de las historias locales a la enseñanza de la historia nacional. Contribuyó a la redacción de los textos de Historia para la enseñanza media. Como asesor del Instituto de Geodesia y Cartografía redactó el Atlas de Historia Antigua y Medieval. Autor de la Historia del Municipio de Arroyo Naranjo. Presidió la Comisión de Historia de la Provincia Habana. Fungió como vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba. Como profesor invitado del Instituto Pedagógico para América Latina impartió cursos de post-grado y maestría. Hasta su fallecimiento trabajó en la investigación de la historia de Hialeah donde residió desde su llegada a los EE.UU.

Sé el primero en comentar en: "Recordando a Francisco Pérez Guzmán"

Déjanos un comentario

Su email no será publicado.


*