Por Waldo Acebo Meireles
El ‘boom’ en ‘real estates’ cuyas consecuencias ahora estamos disfrutando tuvo un antecedente en el ‘boom’ que se produjo al sur de la Florida en los años 20’ del siglo pasado. Hialeah tuvo una amplia e importante participación en ese proceso especulativo.
Glenn Curtiss y James H. Bright iniciaron su sociedad en el negocio de granjas de ganado vacuno para la producción y comercialización de leche. Bright tenía una larga experiencia en ese negocio y había comprado algunos cientos acres de tierra para iniciar su empresa, luego de asociarse con Curtiss se adquirió mucha más tierras con vistas a expandir la compañía, la tierra fue adquirida a bajísimos precios.
Al poco tiempo la habilidad comercial de Curtiss le indicó que el verdadero negocio no era criar y ordeñar vacas, sino la venta de parcelas en el extenso territorio que tenían en propiedad, puso en prácticas esas habilidades y empezó a promocionar esos terrenos que aunque aún un tanto anegados él los vislumbraba con un brillante futuro. Las obras de dragado y canalización iniciadas por el gobierno casualmente facilitaron ese futuro.
Se procedió a parcelar parte de los terrenos [ver más arriba imagen de esa primera parcelación], se construyó un edificio que servía de centro de recepción de los futuros compradores, un pequeño muelle en el canal y otros elementos de atracción como la efigie de Jack Tigertail de la cual hemos ya hablado, y que aparece en el sello actual de Hialeah.
Organizaron excursiones utilizando unos ómnibus adecuados para esos fines que partían de la oficina que la empresa tenía en Flagler, el otro medio de transportación utilizado fueron los barcos “Lady Lou” y “Biscayne”, que navegando canal arriba llegaban hasta Hialeah; inicialmente no existían los puentes que luego atravesarían el canal, facilitando el trayecto por tierra.
La recepción la brindaba Jack Tigertail con su atuendo tradicional, después de ser asesinado en 1922 su lugar fue ocupado por otro jefe seminola, Willie-Willie; posteriormente los vendedores comenzaban a promover las maravillas del futuro de Hialeah, y en el local de recepción, ya mencionado, se cerraba el negocio. Todo tenía un aire festivo.
Tan efectivas fueron las campañas de promoción que las parcelas se vendieron como ‘pan caliente’. Curtiss reconoció, años después, que había ganado más dinero en la venta de terrenos en Hialeah que en sus otros múltiples negocios.
El final del ‘boom’ para Hialeah fue el ciclón del 26, que arrasó con Miami dejando cientos de muertos de ellos una veintena en Hialeah. Las casas que existían para esos momentos eran generalmente de madera y buena parte de la población vivía en tiendas de campaña en la espera de la construcción de sus viviendas definitivas.
El desastre fue terrible, un testigo ocular, describía que las casas rodaban como si fuesen latas vacías arrastradas por el viento. Hasta edificios de mampostería como el banco que habían creado Curtiss y Bright fue arrasado.
El huracán coincidió con la desaceleración de la carrera especulativa y después el crack del 29 completó la tarea con la total desestabilización de la economía norteamericana, Hialeah logró mantenerse a flote gracias al juego y otras actividades no muy legales que digamos, pero de eso ya hemos hablado.
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