No fue un rabo de nube

 

Waldo Acebo Meireles

El inefable que lo pedía ya vio su deseo cumplido pero no fue un rabo de nube sino un terrible tornado que a diferencia de

Que se llevara lo feo

Y nos dejara el querube.

Un barredor de tristezas,

Un aguacero en venganza

Que cuando escampe parezca

Nuestra esperanza

Lo que ha dejado es más tristezas y desesperanzas, las imágenes son dantescas y las palabras de desaliento de las víctimas y de los que lo han perdido todo son una premonición de lo que les espera.

Se ha mencionado el tornado que azotó Bejucal, así fue, un terrible tornado o manga de viento como también se le llama en Cuba, que el 26 de diciembre de 1940, dos días después de cumplirse el centenario de las Charangas, entró a pocos metros de la histórica estación de ferrocarril y siguió de sur a norte  por la calle 13 hasta disiparse frente a la Loma del Gobierno.

Las consecuencias fueron desastrosas para un pequeño poblado que por aquellos años tenía unos 10 mil habitantes, las muertes sumaron más de una decenas y los heridos cientos, entre las muertes estuvo una de las monjas del convento-escuela Santa Susana[1], este convento, junto con el Cuartel de la Guardia Rural, a la entrada del pueblo, sirvió de refugio provisional para los damnificados.

La ayuda de recibida del resto del país, incluyendo una visita y un pequeño reparto de víveres efectuado por la Primera Dama, en aquellos momentos, Elisa Godínez, primera esposa de Batista que había sido elegido en las urnas como presidente constitucional, fueron el acicate para que en menos de dos años el pueblo reconstruyese la zona devastada y continuase su desarrollo normal.

Otro, desgraciadamente, es el futuro de las áreas afectadas actualmente que son de una amplitud sin precedentes[2] ya que abarcan desde el Casino Deportivo, Santos Suarez, Luyanó, Casablanca y Regla, con edificios totalmente destruidos como el Hospital Materno Infantil ’10 de Octubre’ más conocido como ‘Hijas de Galicia’, serias afectaciones en zona como las de Coco y Rabí; Santa Catalina y Juan Delgado, incluso tumbó el campanario de la centenaria iglesia de ‘Jesús del Monte’, un total desastre.

Ni dos años, ni dos decenios, si no hay un cambio total en la estructura político y económica que sufre el país, serán suficiente para restañar las heridas dejadas por este fenómeno meteorológico que se ha sumado a ese otro fenómeno de desidia, corrupción, y maldad que ha sumido a Cuba en una destrucción total, ahora no habrá ‘inconstitucionales primeras damas’ con gestos caritativos, ni el resto del país estará en condiciones de ayudar a los que han sufrido la pérdida de sus viviendas y sus pocos bienes. La desesperanza de estos afectados se suma a la gran desesperanza de todo un país que no necesitaba un rabo de nubes para estar ya en ruinas.

 

[1] Años después fue convertido  en un asilo de ancianos atendido por las monjas y el mismo esta, junto con Santovenia también atendido por monjas, entre los mejores del país.

[2] Una coincidencia casi surrealista es que mientras ese  tornado afectaba La Habana otro de mucha menor magnitud afectó unas pocas cuadras de la zona oeste de Hialeah, ciudad que por el número de cubanos que en ella radican ocupa el sexto lugar después de ciudades en Cuba.

Acerca del autor

Waldo Acebo Meireles
(La Habana, 23 de noviembre de 1943 - Hialeah, 23 de abril de 2022). Profesor de Historia, recibió la Orden Félix Varela por sus aportes a la enseñanza de la Historia de Cuba al introducir en la misma la enseñanza de la Historia Local. Es autor del manual para los maestros y profesores de las vías de vinculación de las historias locales a la enseñanza de la historia nacional. Contribuyó a la redacción de los textos de Historia para la enseñanza media. Como asesor del Instituto de Geodesia y Cartografía redactó el Atlas de Historia Antigua y Medieval. Autor de la Historia del Municipio de Arroyo Naranjo. Presidió la Comisión de Historia de la Provincia Habana. Fungió como vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba. Como profesor invitado del Instituto Pedagógico para América Latina impartió cursos de post-grado y maestría. Hasta su fallecimiento trabajó en la investigación de la historia de Hialeah donde residió desde su llegada a los EE.UU.

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