¿Llegó el deshielo EEUU-Cuba a los Derechos Humanos?

Por Rolando Cartaya

Desde la creación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2006 (pero también antes, mientras duró su predecesora, la Comisión de Derechos Humanos), los intercambios de dardos entre diplomáticos de Estados Unidos y Cuba han sido uno de los lugares comunes de ese foro.

En el año transcurrido desde el deshielo en las relaciones anunciado por los dos enemigos de la Guerra Fría, las partes acordaron hablar «con respeto» de todos los temas, aquellos en los que la cooperación es factible, e incluso otros en los que mantienen profundas diferencias. Los Derechos Humanos son uno de estos.​​​​

​​El pasado mes de marzo tuvo lugar en Washington una reunión preliminar para definir las pautas del futuro diálogo sobre Derechos Humanos. «Las diferencias se pusieron en evidencia, pero se demostró que podemos conversar de una manera civilizada, respetuosa y profesional», dijo una funcionaria de la Cancillería cubana, Anayansi Rodríguez Camejo.

Rodríguez Camejo es la Representante Permanente de Cuba ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, donde radica, entre otros organismos de la organización mundial, el Consejo de Derechos Humanos.

Intercambio de dardos

​​Quienes han seguido durante años las sesiones de este foro, y antes las de su predecesora, la Comisión de Derechos Humanos, pueden anticipar como si se tratara de un guión de
las escaramuzas entre las delegaciones de Estados Unidos y Cuba:

Washington echa en cara a La Habana falta de respeto por las libertades civiles y políticas internacionalmente reconocidas y Cuba replica cuestionando la autoridad moral de Estados Unidos sobre el tema, criticando problemas internos de su sociedad como casos de brutalidad policial y racismo, y renovando sus quejas sobre el embargo y la base de Guantánamo.

¿Ha cambiado eso desde el 17-D? ¿Existen nuevas condiciones para que cambie?

El grupo de estudios Instituto Brookings y la entidad Universal Rights Group con sede en Ginebra tomaron la temperatura de dicho antagonismo histórico a lo largo de 2015.

Después de analizar tres sesiones del Comité de Derechos Humanos, en diferentes momentos del año, su conclusión es que lo único que ha cambiado del tradicional enfrentamiento en este foro multilateral es la energía y la constancia de los diplomáticos norteamericanos para proseguir la confrontación.

En todos los casos, Cuba cuestionó la autoridad moral de Washington para criticarla en relación con los Derechos Humanos, y recurrió a ver la paja en el ojo ajeno, enumerando problemas de su vecino.

Por ejemplo, en respuesta a una declaración de Estados Unidos en junio instando a Cuba «a mejorar el respeto por las libertades fundamentales, liberar a activistas arbitrariamente detenidos, [y] abrir espacio a la sociedad civil independiente» la delegación cubana acusó a Estados Unidos de mentir, reprendió a las potencias occidentales por politizar las labores del Consejo y presentar acusaciones infundadas, y afirmó que a Cuba «nadie le puede enseñar nada de derechos humanos».

Un intercambio casi idéntico tuvo lugar en septiembre, cuando Cuba aprovechó también la ocasión para recabar apoyo para su cruzada contra el embargo estadounidense.

En bandos opuestos

Los investigadores de Brookings apuntan, asimismo, a los patrones de voto y de patrocinio de resoluciones como muestras de que, al menos por ahora, poco ha cambiado:

En 2015, Cuba fue uno de los patrocinadores principales de
15 resoluciones, todas ellas temáticas (por ejemplo, sobre la promoción de un orden internacional democrático y equitativo, sobre los derechos de los campesinos, y sobre la solidaridad internacional). La mayoría de ellas se centró en la promoción de los derechos económicos, sociales y culturales. En marcado contraste, las 11 resoluciones patrocinadas por Estados Unidos estaban dirigidas casi exclusivamente a graves violaciones de derechos en países específicos (por ejemplo, en Irán, Sri Lanka y Siria).

Los registros de votación de ambos países muestran, asimismo, que el acercamiento bilateral no ha llevado a ninguna convergencia en términos de sus posiciones con respecto a aspectos importantes de los Derechos Humanos. De las 15 resoluciones que fueron a votación en 2015, y que copatrocinaron ya sea Estados Unidos o Cuba, los dos países votaron en bandos opuestos 13 veces.

​​El estudio de Brookings señala que la confrontación diplomática de ambos Gobiernos es importante para el Consejo y en parte para el sistema internacional en general, porque ha sido un importante motor de los acontecimientos y los resultados en Ginebra. Durante el último medio siglo, dicen, la principal misión de los diplomáticos de Cuba en la ONU ha sido servir de contrapeso a Estados Unidos, enfatizando la igualdad de todas las naciones (por pequeñas que sean) y el principio de «un estado, un voto».

Incesante cabildeo

Admiten los autores que los diplomáticos castristas han demostrado ser muy hábiles en esto, y afirman que hasta hoy la de Cuba sigue siendo una de las delegaciones más activas y eficaces en la ONU.

(Entre 1991 y 1994 cubrí para Radio Martí la reunión anual de la Comisión de Derechos Humanos, y fui testigo del incesante cabildeo de los enviados castristas, sobre todo con delegados de países pequeños a los que Cuba podía ofrecer alguna ayuda).

Su empeño en utilizar al organismo para contrarrestar la influencia de la potencia hegemónica impulsa, a su vez, gran parte del orden del día del Consejo, a partir de numerosas iniciativas de Cuba diseñadas para presentar una visión «alternativa» de los Derechos Humanos reconocidos por la Declaración Universal de 1948.

¿Se acortará la brecha?

Pese a las profundas diferencias de ambas partes sobre el tema, los autores de la evaluación creen que quizás en los próximos años la brecha se acortará.

​​Entre las señales para para tal optimismo, citan la firma y ratificación por La Habana de numerosos tratados y declaraciones de Derechos Humanos de la ONU (firmó, pero no ha ratificado los Pactos Internacionales, lo cual los haría vinculantes o de cumplimiento obligatorio), y su sometimiento al proceso de Revisión Universal Periódica por sus pares del Consejo; la decisión de iniciar un diálogo bilateral con Estados Unidos sobre Derechos Humanos; la promesa de invitar a Cuba al Relator Especial de la ONU sobre la trata de personas, y la aceptación de una visita de Peter Maurer, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (la organización Human Rights Watch acaba de publicar en su informe 2016 que La Habana no cumplió con una promesa que hizo a Washington de permitir entrar en sus prisiones al organismo humanitario).

El Instituto Brookings y Universal Rights Group advierten, no obstante, que sólo cuando tales cambios internos y bilaterales se materialicen, se podrá esperar de manera realista alguna señal de un deshielo entre Estados Unidos y Cuba en el más importante foro mundial de Derechos Humanos.

Fuente: Martinoticias

 

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