Waldo Acebo Meireles
Los medios de información llevan la cuenta del número de muertes que la represión ha originado durante los tres meses de protestas continuas en Venezuela. La cifra a inicios de julio llegaba a 90 y nada indica que esta que no siga creciendo ya que la dictadura no ha dado muestra alguna de disminuir el salvajismo de las fuerzas represivas, el asalto al Congreso, que dejó trece heridos, es evidente prueba de esto.
Sin embargo hay otro incontable número de muertes en Venezuela de la que no se ha hecho eco la prensa, estas son las que se están produciendo continuamente por la falta de medicinas, reactivos de laboratorio, rotura de equipos de diagnóstico que no se arreglan, hasta placas de rayos X, etc., como una fatal consecuencia de la estulticia, la corrupción y la total ineficacia de la dictadura venezolana.
La National Geographic de este mes de julio aborda esta realidad en un artículo de Meredith Kohut [págs. 74-79] que se puede leer ampliado en el site de esa publicación.
Pasando por alto el regodeo, habitual de esa publicación, en los elementos exóticos, y dejando a un lado las notables fotos, también habituales, en el artículo aparecen decenas de enfermos que buscan remedio a sus dolencias, que incluyen cáncer, diabetes y otras enfermedades fatales, en prácticas de brujerías que se presentan como única opción a su alcance y donde vemos a esos destinados a morir enfrascados en el culto a María Lionza y rodeados de símbolos trazados en el piso que nos recuerdan los dibujos sacros de los abakuas cubanos, rogando por su salvación.
La articulista, en la versión digital, deja bien claro quien es el culpable del deterioro de la salud en Venezuela y al mencionar el caso de uno de esos enfermos buscando ayuda en el más allá, nos dice:
“Díaz, de 28 años, es uno de los miles de venezolanos que ahora acuden a los curanderos espirituales debido a que su sistema de salud está en crisis, parte del colapso económico más amplio que ha causado la escasez generalizada de medicamentos que han paralizado los hospitales públicos tras la derrochadora revolución socialista del fallecido presidente Hugo Chávez.”[1]
Y a continuación señala:
“Venezuela produce cantidades insignificantes de medicamentos, y la escasez crónica se puede atribuir principalmente a las políticas que el gobierno puso en marcha para controlar los intercambios internacionales de divisas. Para comprar medicamentos del extranjero, las farmacias y los individuos deben ser aprobados por el gobierno, y sólo rara vez se les da permiso.”[2]
Más adelanta la articulista cita las cifras que aporta la Federación Venezolana de Farmacéuticos, ya que el gobierno no publica ninguna estadística, y esta institución indica que de 92 hospitales del estado el 78% carece de medicamentos y el 89% no pude hacer rayos-X, y en el 97% los laboratorios no funcionan a plena capacidad.
Kohut recoge terribles anécdotas de esos destinados a morir, tanto en la versión impresa como en la digital, como la de la mencionado Yasmary Diaz que en noviembre de 2016 enterró a su abuela de un cáncer no tratado y ahora ella presenta un cáncer de seno y en el hospital la han rechazado durante todo un año ya que el equipo para realizarle una mamografía se encuentra roto, y además no hay medicinas, ni los productos químicos para su tratamiento.
¿A dónde han ido a parar los recursos financieros de esta otrora rica nación petrolera? A los bolsillos de los que desgobiernan el país, a la compra de instrumentos de represión del pueblo, al chantaje de gobiernos que se niegan apoyar las justas sanciones que merecen, a mantener regímenes como el de Cuba que es cómplice y actor de estas muertes de las que nadie lleva la cuenta.
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