Waldo Acebo Meireles
Todo parece indicar que la moralidad de los gobernantes se mide por un rasero diferente al que se utiliza con los ciudadanos comunes, por ejemplo si Juan Pérez al pedir un préstamo en un banco dice algo ligeramente engañoso simplemente no se le otorgará el préstamo. Lo mismo ocurre si al solicitar la residencia o la nacionalidad detectan que dijo algo no muy cierto, y si esto se produce bajo juramento en un interrogatorio, por ejemplo del FBI, entonces puede ser procesado judicialmente por ser esto un delito.
Clinton dijo falsedades, abierta mentiras y negó enfáticamente sus actividades extramatrimoniales y la cosa no pasó de ahí. Era un tipo simpático, sonriente y no se ocultaba para reírse a carcajadas. En el caso de Trump el asunto se presenta de una manera muy diferente ya que la constancia, sistematicidad de sus evidentes mentiras y en el mejor de los casos sugerencias engañosas, más sus aventuras extramatrimoniales, rompen todos los records anteriormente establecidos. Y lo peor es que no es un tipo agradable ─y para los cubanos lo peor de lo peor es caer pesado[1]─ pocas veces sonríe y que yo sepa nunca ha generado una risa abierta, padece de una total falta de empatía.
Según The Washington Post del 2 de noviembre[2] en 649 días de su presidencia ha dicho 6 420 mentiras o afirmaciones engañosas hasta el día 30 de octubre lo cual hace un promedio de 9.9 por día, promedio que pudiera haber aumentado si hubiesen computado las dichas el 31 ya que el promedio de octubre alcanzó la increíble cifra de 36.8 por día para un record olímpico de 1 104 en los 30 días de octubre computados.
Con un presidente de tan deficiente, para decirlo humildemente, moralidad cualquier cosa se puede esperar como la de anunciar que los soldados le dispararían a los integrantes de la caravana de inmigrantes centroamericanos si les lanzasen piedras a ellos. Al día siguiente no se retractó si no que negó haber dicho eso y que era otra de las ‘fake news’ de los enemigos del pueblo.
Si los soldados disparasen a los inmigrantes lo de la Plaza de Tiananmen y el asesinato y desaparición del cadáver del periodista saudí Khashoggi pasarían a ser juegos infantiles en el escenario mundial, pero eso fue lo que generó una dificultosa moralidad en busca de los votos de su base en las elecciones del 6 de noviembre. Él pensará que esa base está tan envilecida como él mismo, yo quiero suponer que, a pesar de las evidencias, no es así y que en entre los seguidores de Trump también hay personas honorables y decentes que están obnubilados por la incandescente retórica divisoria, racista y extremista del inmoral en jefe.
[1] Al parecer, según las encuestas, los cubanos de Miami han perdido ese criterio valorativo
[2] https://www.washingtonpost.com/politics/2018/11/02/president-trump-has-made-false-or-misleading-claims-over-days/?utm_term=.423c14b1d82c
Sé el primero en comentar en: "La moralidad de un gobernante"