Por Rui Ferreira
En el estacionamiento de la biblioteca John F. Kennedy, en Hialeah, Florida, donde se ha instalado un centro de votación para las elecciones 2020, se violan todas las reglas habidas y por haber en un proceso electoral.
La propaganda electoral es parcializada, solo a favor del presidente Donald Trump. Está situada a menos de mitad de la distancia autorizada, que es de 150 pies. Los sargentos políticos hacen proselitismo pegados a la fila de votación. Los electores se presentan con gorras, camisetas o mascarillas a favor del mandatario. Todo el que se muestre favorable al candidato demócrata Joe Biden es rechazado de inmediato y con desdén.
“Los demócratas son unos traidores”, explica Héctor, un evangélico nicaragüense que exhibe orgullosamente una mascarilla con propaganda de Trump e inicia una corta conversación con los reporteros intentando explicar su razonamiento. Cuando le preguntan por qué son traidores, contesta: “Son traidores a Dios”. ¿Cómo? “No sé”, interrumpe una señora que permanece a su lado portando una bandera de “Trump 2000”.
Héctor trata de resolver el asunto con un largo párrafo. “El presidente es el que nos va a liberar a los cubanos, los venezolanos, los nicaragüenses. Es nuestro presidente”. Y el asunto no va más lejos. Cuando la conversación vuelve al tema de los demócratas y al hecho de que no hay muchos a la vista, Héctor también tiene una respuesta: “Sí, ellos están aquí, están infiltrados en la fila de votación”.
El cubano Julio Martínez, exalcalde de Hialeah hace tiempos inmemoriales, está de acuerdo con el nicaragüense. Llama al periodista aparte e indaga antes de dar explicaciones. “Entiende español, ¿verdad?”. Le respondo afirmativamente. “Bueno, el problema es que nosotros apoyamos a Trump porque hemos sufrido el comunismo en Cuba y nuestro presidente ha dicho que nos va a librar de esa maldición”, dice.
Pero el discurso no sale de ese punto. Cuando le pregunto a Martínez en qué ha mejorado la calidad de vida de los estadounidenses con Donald Trump, la respuesta sorprende. “Eso no es importante ahora. Lo importante es que ha prometido librarnos del comunismo”. Cuando le recuerdo que con las restricciones ha perjudicado el contacto entre las familias cubanas, entramos en el otro avatar del anticastrismo de Miami. “Ha parado el apoyo monetario a los Castro”. Uno ha muerto, se le recuerda. “Oiga, con usted no se puede conversar. Es así siempre con los extranjeros, no entienden ni papa de Cuba”. Y me da la espalda.
Héctor y Julio no están solos. Están rodeados de amigos, pero no quieren hablar. Bajan la cabeza o se apartan para no aparecer en las fotos.
Los empleados electorales y la policía de Hialeah no parecen interesados en corregir las violaciones de las reglas. Lo más importante en este distrito electoral es que la gente vote. Y lo hacen aun bajo la lluvia porque, al menos en Hialeah, el apoyo a Trump es una devoción casi religiosa.
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