Waldo Acebo Meireles
Después de años evitando la sensible erogación de unas entradas para un concierto de la New World Symphony al fin decidí que la educación de mi nieta ─tiene once años─ merecía el sacrificio financiero y compré las entradas para garantizar esa amplia educación que yo me propongo que ella obtenga.
El segundo movimiento y parte del tercero, del tercer concierto para piano de Beethoven ella lo durmió plácidamente, perdiéndose las delicadezas interpretativas de Yefim Bronfman. En el intermedio la alerté que le iba a ser difícil dormir con la quinta sinfonía de Shostakovich y ella un tanto lo comprendió cuando vio lo crecida que estaba la orquesta. No pudo dormir, pero evidentemente el camino no va por esos rumbos sinfónicos, quizás la plástica, ya veremos.
Pero en el intermedio ella también me confió que estaba azorada ya que ella era la única niña en el teatro, que se encontraba lleno, por lo menos la platea y primer balcón; no era cierto habían dos más, de su misma edad más o menos. El resto de la tercera, cuarta y hasta quinta edad, miles de años encerrados en esa magnífica sala de concierto de excelente acústica.
A la salida se me hizo más evidente: decenas de sillas de ruedas y cientos, quizás exagero, de andadores que entorpecían el trabajo de los ‘valet parking’ que colocaban esos artefactos indispensables en los maleteros de los lexus, mercedes y bmw. La apoteosis de la senectud melómana.
Triste destino el de la música, llamémosla culta, en esta ciudad de Miami; la inclemencia del tiempo, y no me refiero a los ciclones, arrasará con todos esos septuagenarios, [yo
incluido] octogenarios, nonagenarios y algún que otro centenario que están en capacidad de comprar y asistir a un concierto; ¿vendrá otra tanda de ancianos en su sustitución? No sé y eso me preocupa ─un poco, en realidad no mucho─ ya que entre los jóvenes no se vislumbra interés alguno, o quizás le faltan los recursos financieros, para acudir a un concierto de música, digamos, clásica. Llama la atención que la NWS esté integrada por músicos menores de treinta años, mientras que su auditorio anda por encima de la marca de los setenta.
No sé si la amplia directiva de la ‘Knight Concert Hall’, y la no menos amplia de la NWS, se han percatado de la situación que se avecina, con la velocidad de un allegro, a dejar vacía la excelente sala que cientos de donantes ayudaron a construir. Se me ocurre que quizás en lugar de invertir en traer excelente orquestas como la Royal Philharmonic Orchestra; The Cleveland Orchestra; o intérpretes de nivel mundial como YoYo-Ma o Gil Shaham, deberían invertir bastante más en crearse el futuro público que deberá llenar esa sala de concierto, si esto no se logra el futuro de la música sinfónica en Miami es adagio lamentoso.
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