Waldo Acebo Meireles
“[los] efectos manipuladores de una comunicación o, lo que es lo mismo: quien las hizo a título personal, tuvo siempre el objetivo primordial de atraer la masiva colaboración que lo llevó a lograr su anhelo más absoluto: el poder supremo. Un poder que iba a requerir el apoyo multitudinario, en aras de edificar la necesaria distancia entre ese líder y sus más próximos seguidores, a fin de permitirle ejercer su voluntad total, sin las molestas intermediación valorativa del resto de los protagonistas”
Minerva Salado [2016]
Conocí a Minerva a mediado de los años 60’ siendo ella una estudiante en la recién inaugurada Escuela de Periodismo era una muchacha agradable un tanto introvertida, o un ‘Catey’ como la calificó años después el fotógrafo Nicolás Delgado[1]. Yo siempre tuve la sospecha que la muerte de su hermano Marcelo asesinado por la policía batistiana durante la huelga de abril de 1958 desempeñaba un profundo papel en ese ensimismamiento meditativo de ella. Años después supe que habían otros elementos que pesaban en su introvertida personalidad que la limitaban pero no la hacían por ello menos agradable, inteligente y de vez en vez jovial.
Después de años sin saber de ella, tomamos rumbos diferentes, ahora casualmente supe de este libro que ella llama ensayo y que aborda un tema necesario pero que nunca sospeché que ella pudiese o más bien se decidiese a abordar: la censura en la prensa plana de Cuba.
El libro que de cierta forma narra la historia de nuestra generación que se llenó de optimismo por un proceso que degeneró en una decepción sin límites y que nos costó años de angustia y de desesperanzas; está dividido en dos partes la primera nos da una visión de la prensa plana [periódicos y revistas] que no limita su enfoque a los años post-debacle. En mi criterio esta primera parte tiene sus altibajos, pero en general cumple su cometido.
La segunda está dedicada completamente a la revista ‘Cuba’, después ‘Cuba Internacional’, de la cual Minerva llegó a ser jefa de redacción, y en ella se hace un análisis no solo del devenir de la revista sus múltiples vicisitudes y su papel en el periodismo de la época en que actuó más o menos fuera del alcance de las masas de lectores en Cuba.
Esta segunda parte incluye un análisis, con ejemplos del estilo e intereses de la mayor parte de sus redactores y fotógrafos, estos últimos desempeñaban un notable papel en la confección y función de vanguardia estilística de la revista. Considero esta segunda parte más coherente e ilustrativa que la primera aunque resentimos el que el papel de la censura no se haga más evidente en los casos tratados.
A lo largo del libro se hace indudable que ella evita mencionar el nombre del tirano, es tal la repugnancia, solo lo hace cuando no le queda otra opción, lo cual me hizo reír internamente, porque yo opté por lo mismo en el único libro que individualmente publiqué en Cuba, y por cierto nadie se percató de mi herejía. Al parecer tampoco nadie se ha percatado de la herejía de Minerva ya que aún aparece en esa insulsa EcuRed del oficialismo limitador y censor de la Internet.
El libro cuenta con un Apéndice difícil de digerir ya que pone a la luz una versión de un conversatorio del tirano con los alumnos universitarios en la Plaza Cadenas, estos encuentro esporádicos eran muy reveladores, quizás no tanto, pero para mí fue devastador uno de ellos —no el que aquí aparece— en el que arremetió contra un estudiante que se atrevió a discrepar sobre la forma en que se estaba proyectando la producción de huevos a nivel nacional. Quedé espantado y con una pena ajena por este pobre estudiante que fue aplastado con una furia digna de otros contrincantes, de un enemigo encarnizado y poderoso. Así era el personaje.
[1] Para Nicolás que la conoció en sus años en la revista Cuba Internacional un Catey era una persona soñadora, distraída e introvertida, según Minerva cuenta en su libro que aquí reseñamos.
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