Alguien, del cual prefiero ni recordarme, dijo que la muerte de una persona es una tragedia, pero la de millones es estadística. No es necesario recalcar el cinismo de dicha frase pero esta, como otra frases cínicas, encierra una realidad, hasta ahora los 7,4 millones de infestados en los EE.UU. eran una estadística, ahora el que el presidente de este país también esté infestado por el SARS-CoV-2 es, sino una tragedia, por lo menos un drama de largo alcance.
Que esto iba ocurrir más tarde o más temprano para todos los que hemos tomado en serio el Covid-19 era más que evidente, pero desgraciadamente no fue así para Trump y una buena parte de sus seguidores fanatizados. Todo ello ha contribuido a la desgracia frente a la que nos encontramos en estos momentos, sin lugar a dudas ninguno momento era bueno pero este es el peor a prácticamente un mes para las elecciones presidenciales.
No es necesario insistir en que Trump a prácticamente horas de contraer la infección, o ya con ella acechándolo en su organismo, hizo burlas de su contrincante en las elecciones por usar la mascarilla protectora; el caso es que el verdadero contrincante de Trump no es Biden es la naturaleza y contra ella es que ha estado desarrollando una batalla de antemano perdida. Es una trágica ironía, pero que ha costado ciento de miles de vidas en este país.
Han empezado a surgir teorías conspirativas, que aunque generalmente le eran favorable al discurso político de los republicanos, ahora ponen en juego la credibilidad, siempre en dudas, del gobierno, y han empezado a difundir el que en realidad Trump no está enfermo que lo que busca es que sabiendo que está perdiendo quiere provocar un sentimiento de lastima para que voten por él.
Sin lugar a dudas que a Trump ‘no le gusta perder ni a las escupí’as’, pero suponer que va a utilizar una estratagema tan infantil es demasiado. Su estrategia siempre ha estado dirigida, como lo fue en el 2016, a que las elecciones están amañadas en contra de él, y a negarse a declarar su disposición a una entrega pacífica y ordenada del poder, todo ello en contra de los principios legales y morales que han prevalecido en las elecciones y transiciones en este país.
Cuatro años de un fárrago interminable de mentiras, falsedades, medias verdades y de realidades alternativas han traído ahora la resultante de que ni quieren creer que el presidente, su esposa y buen número de sus ayudantes, consejeros, y otros miembros del gobierno se han contagiado, a ello ha contribuido no solo estos cuatro años sino también las declaraciones que sobre la salud del presidente han emanado de diversas fuentes de la Casa Blanca que han dejado aspectos a oscuras o peor aún en franca y evidente contradicción, llevando incluso a consideraciones lexicológicas sobre si es lo mismo “mild” que “moderate”, es decir leve que moderado.
Simplemente ridículo, pero es una de las tantas consecuencias de la falta de credibilidad de Trump y el resto de sus acólitos y paniaguados, ahora resulta increíble que el presidente se haya contagiado y este ingresado en un hospital en busca de su, esperamos, pronta recuperación, este es el drama, más que tragedia en el que todos y cada uno de nosotros nos vemos envuelto, no es el ser o no ser de la tragedia, sino es un creer o no creer lleno de dramatismo.
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