Waldo Acebo Meireles
Aunque existía desde mucho antes, probablemente desde finales del siglo XVIII, el poblado de Arroyo Apolo surge oficialmente en 1843 al establecerse, en la confluencia de la Calzada de Managua y la del Bejucal, lo que hoy conocemos como ‘La Palma’, su centro era el arroyo Apolo de ahí su nombre, originalmente el arroyo era conocido como Polo tomando su nombre del dueño de una estancia en el cruce del camino al Bejucal, con ese nombre aún aparece en un plano de 1847, quizás algún escribano, o amanuense, convirtió A. Polo en Arroyo Apolo, o tal vez fue el habla cotidiana el que generó la grafía definitiva del lugar.
La Casa del Portazgo, es decir el lugar donde se cobraba por el derecho de paso, tránsito, por esos caminos, o lo que es igual el peaje o portazgo, se ubicaba a pocos metros de donde hoy[1] se encuentra la fábrica de hielo, en la banda oeste de la Calzada al Bejucal, y unos pasos más al norte se hallaba el sitio donde se trasbordaban las cajas de azúcar desde las carretas tiradas por bueyes a los carretones de mulas que eran los únicos autorizados a entrar en la ciudad.[2]
Esta medida, establecida por la Junta de Fomento, tenía como finalidad la de recaudar fondos para el mejoramiento de los caminos, tan necesarios para el tráfico de las cajas de azúcar rumbo al puerto de La Habana.[3]
Conociendo que por cada carreta de bueyes eran necesarios cuatro carretones de mulas, podemos imaginarnos el inmenso trasiego de boyeros, carretoneros, cargadores, animales, etc., que se producía en dicho lugar. Esta vorágine de hombres y animales demandaban además de establos y forrajes para el cuidado y alimentación de los animales; fondas y tiendas para la alimentación y descanso de las personas; donde pernoctar o donde refrescar con un vaso de vino e ingerir un bocado; herrerías para las reparaciones de las carretas y carretones, y herrajes de los animales; y con ello una multitud de personas para la atención de todos estos servicios, para las diversas necesidades de los transportistas y viajeros.
Aún por esos años el camino al Batabanó era el utilizado como la vía más corta y segura entre la costa sur de Cuba y La Habana, aunque ya los peligrosos corsarios y piratas habían desaparecidos, los riesgos de la navegación alrededor del Cabo de San Antonio continuaban existiendo. Aquel que quería viajar desde o hacia Santiago de Cuba, Trinidad, etc., se trasladaba hacia Batabanó y desde allí continuaba en barco de cabotaje hacia esos destinos. Lo mismo ocurría con las diferentes mercaderías.[4]
Todo ese inmenso y continuo tráfico hacía de Arroyo Apolo una localidad llena de movimiento, bulliciosa, dedicada a atender a los viandantes. Su pujanza se manifiesta en que si para 1841 tenía 119 habitantes, en 1867 alcanzaría 775, de los cuales 322 eran esclavos, la mayoría seguramente empleados como cargadores y en otras duras tareas relacionadas con el trasiego de mercancías. Su tasa de crecimiento anual fue de un 7.5% para esos años, la más alta de la zona sur de la Habana.[5]
El crecimiento de Arroyo Apolo influyó en otras localidades como Managua, Calvario y Arroyo Naranjo y además en otros pequeños poblados que aparecerán en la primera mitad del siglo XIX.
Por ejemplo el caserío de San Juan que surge a partir de unas pocas chozas construidas por los trabajadores de la cantera de Osma; en 1841 tenía unos 32 habitantes, 7 casas, una bodega-fonda y un pequeño establecimiento donde se vendían bebidas alcohólicas y café.
Existían otros caminos, serventías, callejones y senderos, generalmente estos eran abiertos por particulares para sacar sus productos. El más importante fue el que Ramón Osma construyó para la extracción de la producción de su cantera y que ya hemos mencionado, hoy se le conoce como Calzada de San Agustín. El sur del actual barrio de Párraga conocerá del auge de esa cantera que producía una excelente piedra para el embaldosado de aceras, zaguanes, cocheras, etc.
Osma era el propietario de esa cantera, la cual influyó decisivamente en el poblamiento y desarrollo de esa zona, ya que una parte de sus trabajadores libres crearon una pequeña población en la loma de San Juan, que ya hemos mencionado, a corta distancia de la cantera.
Las riquezas acumuladas por este empresario le permitieron construir una hermosa mansión en las lomas al sur del actual Párraga, de la cual se conservan algunas paredes, aprovechadas por varias viviendas actualmente[6] y también se conserva el brocal del pozo labrado en una sola piedra y con un grabado: 1851. Este pozo aún es utilizado por los vecinos del lugar.
Aunque Osma utilizaba obreros asalariados al parecer el grueso de la mano de obra era esclava, llegando a construir un crematorio para los cadáveres de estos infelices. Cerca de este lugar existe un arroyo donde se habían creado las condiciones para el aseo de los esclavos, hoy, la vegetación, los escombros, desechos, y la basura acumulada, no permiten descubrir con mucha facilidad el sitio[7].
No me cabe la menor duda que Ramón Osma fue un personaje extremadamente peculiar, ingenioso, y posiblemente de un carácter explosivo; la construcción del crematorio y la adecuación del lugar para aseo de los esclavos evidencian su interés en el mantenimiento de las condiciones sanitarias, por otra parte la construcción del camino, de varios equipos adecuados para el labrado y traslado de las piedras de la cantera y algunos de los detalles arquitectónicos que aún se pueden apreciar en lo que queda de su residencia nos permite suponer que era de viva inteligencia.
Por otra parte el tono de su lucha legal contra el gobierno en razón de su negativa a pagar el portazgo en el cruce de su camino con el de la Calzada de Managua nos dice mucho de su carácter. Varios legajos en el Archivo Nacional [ANC] recogen sus demandas pero no pude encontrar ninguno en el que finalmente se le diese resolución final a sus peticiones. Considero que Osma tenía gran parte de razón ya que él utilizaba solo unos pocos metros de la Calzada de Managua antes del cruce del portazgo y sin embargo debería pagar como si hubiese utilizado el camino en toda, o gran parte de su extensión, por otra parte la mayor parte del recorrido desde la cantera hasta el portazgo era sobre un camino que él había construido[8].
El desarrollo de Arroyo Apolo como población habanera, ya hemos visto, estuvo fundamentado inicialmente en el trasiego de mercancías, aún el siglo XX era un punto de referencia el cruce de los caminos al Bejucal y Managua y hasta finales de la década del 60’ del siglo XX fue un centro en que se encontraban pequeños comercios, fondas, cafeterías, y decenas de establecimientos que ofrecían diversos servicios, de eso sólo nos queda el recuerdo.
Nota: Tomé algunos elementos de mi libro ‘Incidencias, confidencias y divergencias de un historiador’
[1] Me refiero a los años 90’ quizás hoy en día no quede ni el recuerdo.
[2] Carretones de mulas fueron utilizados hasta mediados del siglo XX, en el movimiento de mercancías desde o hacia el puerto, junto a ellos los camiones Mack ‘de cadena’ eran los medios de transporte fundamentales en el puerto, aunque parezca increíble.
[3] El peaje alrededor de 1796 era de:
Cada bestia | ½ real |
Volanta | 4 reales |
Carreta | 2 reales |
Ganado y peatones | no pagan |
No pudimos localizar estos datos para las años 40-50 del siglo XIX. El peaje era caro ya que para esa misma fecha se podía adquirir 12 onzas de carne de vaca por un real, por tanto el peaje de una carreta, por no mencionar la volanta, era el equivalente de libra y media de carne. No por poca cosa protestaba Ramón Osma, como veremos más adelante, al establecer su litigio para no pagar el portazgo. No dudamos que los pícaros de la época buscaran variados recursos para no tener que pagar.
[4] El grueso de la producción azucarera ya no se movía por esta zona ya que el mismo provenía de la región al sureste de La Habana y por tanto utilizaba la Calzada de Güines, que tenía su Casa del Portazgo en los alrededores de lo que hoy conocemos como Puente Alcoy, sobre el río Luyanó, en las proximidades de lo que hoy se le llama ‘Virgen del Camino’ sin embargo aún para estos años existía un considerable volumen de cajas de azúcar que se movían a través de Arroyo Apolo, más todo el movimiento de mercadería y viajeros entre el sur de Cuba y La Habana.
[5] Después de esta la tasa de crecimiento la más alta en la zona fue la de A. Naranjo con un 5.95%. El numero tan elevado de esclavos en A. Apolo que representan el 41.5% de la población en 1867 es el mayor relativa y absolutamente de la zona, y se explica precisamente por las actividades que se desarrollaban alrededor del Portazgo.
[6] Llamarle viviendas a lo que allí me encontré en mi investigación de campo, es un eufemismo. Aquello era una odiosa amalgama de chozas donde malvivían unas 7 u 8 familias, provenientes de la región oriental del país, en las más deplorables condiciones sanitarias. A esta inmigración, forzada por la situación económica y social, el pueblo los llamaba por esa época [años 90’], con cierta jocosidad y un tanto de acidez, ‘palestinos’.
[7] Aquí me refiero al momento en que realice la investigación sobre el terreno en 1993, me imagino que hoy será imposible de encontrar lo que quedaba de ese arroyo.
[8] Hoy se le conoce como Calzada de San Agustín
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