¿Y lo demás es ruido?

Waldo Acebo Meireles

La lectura de un excelente artículo de análisis de la obra de Claude Debussy[1] me llevó a buscar el libro de Alex Ross “The Rest Is Noise: Listening to the Twentieth Century” que estuvo entre los finalistas del Pulitzer, considerado por el New York Time Book Review uno de los diez mejores libros del 2007; un ‘bestseller’. Que un libro con la temática de la música clásica[2] llegue a tener esta repercusión es algo que no podemos pasar por alto.

El Sr. Ross es crítico de música clásica del “The New Yorker”, lo cual de por si es una envidiable carta de presentación, la cual se diluye un tanto en el arrogante título que escogió para su primer libro.

Un libro puede tener múltiples lecturas en dependencia de los más variados factores que están inmersos en la época, en las vivencias o cultura del lector, su entorno social y un larguísimo etcétera. Con mi lectura en particular ocurre que el libro me resultó de enorme interés cuando analiza el mundo musical alemán antes, durante y después de la Republica de Weimar; la influencia de New Deal de Roosevelt en el avance de la música clásica en los EE.UU.; el papel de las izquierdas [no fue una sola] en el desarrollo musical en el occidente; el ‘machartismo’ y el debilitamiento de las influencias populistas en la música; el totalitarismo [nazi y el soviético] y su papel en el mundo musical; el fugaz renacimiento musical en el Camelot de Kennedy y Leonard Bernstein.

Entre otros resalta sorprendentemente el aborde del papel desempeñado por las fuerzas de ocupación norteamericana en Alemania y la aplicación de la ordenanza emitida por la ‘Psychological Warfare Division’ con el nombre de ‘Music Control Instrucción No. 1”, sus consecuencias llegan hasta nuestros días y no solo en la esfera musical. A este interesante tema el autor le dedica todo un capítulo[3].

Sin embargo dentro de esos mismos aspectos que considero de alta significación en el libro debo mencionar algunas insuficiencias: tratar de enmarcar las posiciones ideológicas de los compositores durante la post-guerra, contraponiéndola a  su proximidad o lejanía al vanguardismo musical a veces tiende a la caricatura. Las, en mi criterio, excesivas referencias a las preferencias sexuales de los músicos norteamericanos en la etapa del New Deal; el demasiado conciliador tratamiento de las posiciones adoptadas por los directores Herbert von Karajan y Wilhelm Furtwängler y el compositor Richard Strauss, durante el nazismo, en el caso de este último ni se menciona su inescrupulosa relación con Stefan Zweig.

En cuanto a las relaciones de los compositores soviéticos con Stalin, no añade nada nuevo en cuanto al estudio de las posiciones de Shostakovich; se queda más que corto en la valoración de la mezcla de ingenuidades y de fantasías en que navegaba infantilmente Prokofiev e ignora totalmente a Kachaturian que fue llevado al borde del suicidio.

En otro tipo de lectura debemos apuntar que el obsesivo interés del autor por encontrar un significado en el uso de los intervalos de quintas disminuidas en las composiciones que el considera trascendentes, llega a resultar agobiante y carente de real significación. Igual ocurre con sus detallados análisis de obras como las óperas “Salome” de Strauss o “Peter Grime” de Benjamin Britten.

En el tratamiento de la vinculación del jazz y la música clásica tampoco logra interesarnos ya  que su atención se dirige más hacia lo que los compositores clásicos tomaron del jazz y no muestra mucho interés en como el jazz incorporó elementos del dodecafonismo, del serialismo y del atonalismo, así como la utilización de construcciones armónicas y disonancias que fueron asimiladas primeros por los que oían, cantaban y bailaban con esa música que por aquellos que se sentaban en las grandes salas de concierto.

Otro aspecto que no me llega a convencer es cierto regodeo sobre los elementos más escabrosos en la vida sentimental de los compositores y sus supuestas manifestaciones en el plano musical, los devaneos eróticos, las aventuras, los flirteos, las infidelidades, ocupan un espacio que no se justifica dentro del análisis estrictamente musical, por ejemplo: a qué viene toda una hiperbólica conjugación del libreto del homosexual Oscar Wilde con la figuración de la lascivia mezclada con la necrofilia en la “Salome” de Strauss y todo  ello enredado con el supuesto carácter diabólico de los acordes en do mayor.

El dedicarle a Jean Sibelius todo un capítulo cuando prácticamente se ignoran compositores como Ottorino Respighi, Alan Hovhaness, Alexander Mosolov y tantos otros es, en mi criterio, inaceptable; ya se que para gusto se han hecho colores, pero ignorar tranquilamente el movimiento futurista ruso-soviético, y el italiano, y la significación que tendrían en la música concreta  a partir de los años 40-50 es algo que va más allá de los intereses y las subjetividades de un musicólogo o un historiador de la música.

Pero me queda por mencionar lo que considero más grave de todo: El eurocentrismo desmedido de que adolece la obra. Latinoamérica aparece de refilón, de casualidad, cuando Aaron Copland visita a México y no queda más remedio que mencionar a Carlos Chávez y Silvestre Revueltas en tres breves líneas; la estancia de Darius Milhaud en Brasil obliga a una escueta referencia de Heitor Villalobos; y el paso de ese Milhaud por Cuba es acompañado por dos líneas erróneas sobre los danzones de Antonio María Romeu.

No voy a relacionar los innumerables músicos latinoamericanos que no mencionó con toda intención porque no podemos decir que no los conoce y vamos a demostrarlo en el caso de Amadeo Roldán: En el libro aparecen decenas de referencias a Edgar Varese y sin embargo no menciona jamás la obra “Ionisation” y cualquier musicólogo que se respete tiene que mencionar esa obra y además cometer el obligado error de señalar que fue la primera escrita para instrumentos de percusión solos.

Pero el sabe bien que no fue así que la primera obra para percusión la escribió Amadeo Roldán, por tanto no comete el error pero no menciona tampoco “Ionisation”, lo cual es algo imposible en un libro sobre música del siglo XX. ¿Y como yo se que el sabe lo que sabe y lo oculta?, sencillo: en su blog con fecha del 5 de noviembre del 2006 [aún su libro no había salido] aparece una descripción de sus andanzas por la “WFMU’s Record Fair” en Manhattan, que se realiza todos los años, y señala:

“I came away with the Mainstream LP of the Manhattan Percussion Ensemble playing Roldán, Harrison, William Russell, Cowell, and Cage…”

 Se está refiriendo a la adquisición de la primera grabación realizada de las Rítmicas 5 y 6 de Roldán, alrededor de 1956. En las notas de ese LP se señala claramente que esa obra es anterior en un año [1930] a la archifamosa “Ionisation” de Varese [1931][4], él no pudo haber pasado por alto esas notas, por tanto ex profeso obvió la referencia a Varese.

A pesar de todo lo anterior recomiendo la lectura del libro. Pero ya saben, lo demás es ruido y faltan un montón de nueces.

 

Nota: A continuación aparecen los enlaces para escuchar las Rítmicas 5 y 6 de Amadeo Roldán en la mejor versión que conozco que es la que se grabó en los años 60’ por la firma Areíto, [es la placa LDA 7005] con la dirección de Manuel Duchesne Cuzán pero lo que es más importante con Domingo Aragú Rodríguez al frente de la percusión, él fue el quien estrenó esa obra bajo la dirección del mismo Roldán en los años 30’

https://app.box.com/s/ce74a03ae12bac6a7cd8

https://app.box.com/s/i3lu1ptcy9pve0pisjeuf2rdegvp5cpq

 

 

 

 

[1] https://www.newyorker.com/magazine/2018/10/29/the-velvet-revolution-of-claude-debussy

[2] En inglés el término ‘classical music’, parece no generar las controversia que se suscitan en español al utilizar el equivalente música clásica, el usar estos dos palabritas lleva a que algún purista diga que clásico fue un período ubicado [más o menos] entre el barroco y el romanticismo; u otro te dirá que clásico puede ser también un bolero o un son que haya mostrado sus insuperables virtudes. Si para evitar esto utilizamos otros, digamos, conceptos como: seria, o de concierto; o instrumental; etc. siempre nos encontraremos que a alguien no le encaja, aunque todo el mundo sepa perfectamente de que estamos hablando.

[3] Es interesante destacar lo hábiles que fueron los norteamericanos en esa ocupación en especial cuando la comparamos con la de Irak, para poner un ejemplo extremo; aquello que aplicaron fue como una especie de pre-Plan Marshall en la esfera intelectual.

[4] “The six RITMICAS of 1930 are studies in the rhythms of Cuban folk dance: No. 6 is a rhumba [SIC] and No. 5 is a son. Observe, by the way, that this work for percussion orchestra was written a year before the famous IONISATION of Edgard Varese wich, according to some historians, started the whole ball rolling.”

Acerca del autor

Waldo Acebo Meireles
(La Habana, 23 de noviembre de 1943 - Hialeah, 23 de abril de 2022). Profesor de Historia, recibió la Orden Félix Varela por sus aportes a la enseñanza de la Historia de Cuba al introducir en la misma la enseñanza de la Historia Local. Es autor del manual para los maestros y profesores de las vías de vinculación de las historias locales a la enseñanza de la historia nacional. Contribuyó a la redacción de los textos de Historia para la enseñanza media. Como asesor del Instituto de Geodesia y Cartografía redactó el Atlas de Historia Antigua y Medieval. Autor de la Historia del Municipio de Arroyo Naranjo. Presidió la Comisión de Historia de la Provincia Habana. Fungió como vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba. Como profesor invitado del Instituto Pedagógico para América Latina impartió cursos de post-grado y maestría. Hasta su fallecimiento trabajó en la investigación de la historia de Hialeah donde residió desde su llegada a los EE.UU.

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