Memorias inéditas de un mambí[1]

Waldo Acebo Meireles

No existen muchas memorias y diarios de mambises publicados, ellos constituyen una fuente inestimable para el conocimiento de la vida en los campos de Cuba durante las guerras de independencia. En particular son escasas las memorias de soldados o de oficiales de baja graduación.

Este es el caso de las memorias inéditas de José Cadalso Cerecio que llegó a obtener el grado de comandante del Ejercito Libertador, las cuales encontré de una forma bastante casual, su nieta supo de mi interés en el proceso independentista en La Habana y me las entregó[2].

Las “Memorias” de Cadalso resultan en extremo interesantes, entre otras razones, porque participó activamente en más de veinte combates importantes en el desarrollo de la guerra en La Habana, concretamente en la 2da. Brigada Centro, Regimiento “Santiago de las Vegas”, ocupando responsabilidades como subjefe y jefe de un escuadrón; combatió en San Pedro y participó en el rescate del cadáver de Maceo; además planeó y ejecutó, en 1896 y 1897 respectivamente, los asaltos a Arroyo Naranjo y Arroyo Apolo, barrios en aquel entonces de La Habana.

Cadalso aparece por primera vez nombrado  en el libro de Francisco Pérez Guzmán ‘La guerra en La Habana’[3] ya que él participó en el rescate de los restos de Maceo y Panchito Gómez Toro y dejó un breve recuento de esos hechos, en ese tiempo él era teniente.

Las memorias de Cadalso fueron redactadas probablemente entre 1943 y 1944 de acuerdo algunos acontecimientos que él refleja en esas memorias; en esos momentos tenía unos 74 años. Las memorias constan de ocho cuadernillos escolares cosidos rústicamente entre si con un total de 198 fojas escritas por el anverso y reverso, es propiamente un ológrafo, posiblemente redactados para su publicación. En 1945, aquí si nos da una fecha, escribió una breve autobiografía y una dedicatoria para su nieta en cuaderno aparte con trece fojas.

Cadalso se incorporó al Ejercito Libertador el 13 de junio de 1895 y sus memorias comienzan a inicios de 1897 cuando él parte hacia Las Villas a entregarle a Máximo Gómez un informe escrito sobre la muerte de Maceo por lo cual suponemos que se ha perdido la primera parte de esas memorias, además la primera foja escrita evidencia que es continuación de un escrito anterior.

Las anécdotas que refiere, los análisis que realiza, nos deja entrever que poseía cierto nivel cultural, una recia personalidad, una muy peculiar concepción filosófica y política[4] así como una clara inteligencia, todo lo cual contribuye a la amenidad de la narración.

Quizás no sea el elemento de menor importancia es sus memorias las pintorescas y vívidas descripciones de la vida en la manigua habanera, sin dudas mucho más difícil que en otras provincias; sus narraciones de las enfermedades y hambrunas, de las persecuciones y escaramuzas casi constantes con un enemigo infinitamente más numeroso y mejor armado, son de un realismo y una eficacia narrativa sorprendente.

De especial sabor es su relato de cuando al solicitarle a su hermana[5] que se deshiciese de un paquete de dinamita que él había escondido, y que temía que al deteriorarse pudiese estallar, le pidió que lo lanzase al mar, ella se dispuso a hacerlo pero por alguna razón se atemorizó y lo abandonó a pocos metros del mar pero en las proximidades de la Batería de la Reina, que se encontraba donde hoy está el parque Maceo, el revuelo que se armó fue grande, es de imaginar.

Otra anécdota que refleja la dura lucha de los mambises es aquella en que nos narra que llevando varios días sin comer, y débil por las fiebres palúdicas, logra escarbar un chopo de malanga, pero no tenía donde cocinarlo hasta que aparece un tibor desconchado y en este es que consigue ablandar aquel chopo que se constituye en un delicioso manjar.

El valor humano de sus memorias queda descrito en este párrafo que transcribimos:

“Don Pablo cumplió los encargos y condujo a mi esposa que, andando a pie y tras el caballo en que él llevaba a nuestro hijo llegó a la casa de Interian donde los vi a la siguiente noche – esto debió ser alrededor del día 6 de abril [de 1898] – es de presumir la alegría que experimente al estrechar a aquellos dos seres, después de treinta y cuatro meses sin verlos, mi hijo no me conocía, ya que lo había dejado de once meses”[6].

Su claridad política, a diferencia de algunos historiadores que evalúan el ataque a Arroyo Apolo, dirigido por Cadalso, como una simple acción de ‘forrajero’ es la siguiente:

“La importancia de este hecho de armas estriba en que es el punto de un barrio urbano (…) cercano al corazón de la capital, en que los mambises tocaron con el pomo de sus machetes y hollaron con los cascos de sus caballos, y en ruda pelea, y eso fue cuando Weyler daba por pacificada a la provincia de La Habana”[7].

El carácter recio de Cadalso se hace evidente en sus discrepancias con el comandante Rodolfo Berges, quien era su jefe inmediato superior en los momentos en que Cadalso planea y ejecuta el ataque mencionado anteriormente, estas relaciones tensas se agudizaron por algunos atropellos que un par de compinches de Berges realizaron contra el campesinado pacífico en la zona de Managua y casi resultaron en un enfrentamiento armado entre estos personajes y Cadalso[8].

Casi al final de sus memorias manuscritas Cadalso nos deja la siguiente advertencia:

“Los señores historiadores debieran tener más cuidado en obtener sus informaciones, con eso evitarían muchos errores y tergiversaciones históricas, los datos deben tomarlos con sumo cuidado y no por el solo dicho de cualquiera (…) ¡Ojo historiadores que copiándolos iréis a la falsedad histórica![9]

[1] Este artículo está basado en mi trabajo acerca de la línea militar al sur de La Habana publicado en el boletín 3-93 de Historia Militar del Instituto de Historia de Cuba y en mi libro ‘Incidencias, confidencias y divergencias de un historiador’ que aborda el territorio al sur de la ciudad de La Habana

[2] Antes de salir de Cuba devolví las Memorias a la nieta de Cadalso, yo había comenzado un trabajo de edición que incluía la identificación de los lugares y personajes citados así como otras anotaciones necesarias, pero el trabajo quedó trunco. Años después en mis contactos por e-mail con Francisco Pérez Guzmán acordamos continuar ese trabajo entre los dos, pero la prematura muerte de Panchito impidió esta colaboración. Hoy no se por dónde anda ese manuscrito, sólo conservo las anotaciones que hice para las obras citadas en la nota No. 1.

[3] Pérez Guzmán menciona en este libro un trabajo también inédito de Cadalso así como dos breves notas que Cadalso publicó en la prensa.

[4] Después de instaurada la república adoptó una posición escéptica ante los políticos y emitió fuertes comentarios acerca de Mella y Villena, se sintió frustrado al ver como sus compañeros de luchas vivían en la pobreza y olvidados.

[5] María Cadalso Cerecio fue maestra durante los primeros años de la república

[6] Memorias, foja 107

[7] Memorias, foja  179

[8] En su libro ‘Cuba y Santo Domingo, apuntes de la Guerra en Cuba’, Berges prácticamente ni menciona a Cadalso, ni al ataque que este realizó constituyendo una acción militar en la misma capital. Hoy en día la calle hasta donde llegó Cadalso lleva el nombre de ‘Ataque mambí’.

[9] Memorias, fojas 186-187.

 

Acerca del autor

Waldo Acebo Meireles
(La Habana, 23 de noviembre de 1943 - Hialeah, 23 de abril de 2022). Profesor de Historia, recibió la Orden Félix Varela por sus aportes a la enseñanza de la Historia de Cuba al introducir en la misma la enseñanza de la Historia Local. Es autor del manual para los maestros y profesores de las vías de vinculación de las historias locales a la enseñanza de la historia nacional. Contribuyó a la redacción de los textos de Historia para la enseñanza media. Como asesor del Instituto de Geodesia y Cartografía redactó el Atlas de Historia Antigua y Medieval. Autor de la Historia del Municipio de Arroyo Naranjo. Presidió la Comisión de Historia de la Provincia Habana. Fungió como vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba. Como profesor invitado del Instituto Pedagógico para América Latina impartió cursos de post-grado y maestría. Hasta su fallecimiento trabajó en la investigación de la historia de Hialeah donde residió desde su llegada a los EE.UU.

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