Waldo Acebo Meireles
El al parecer insoluble problema de la doble moneda en Cuba que se originó a partir de 1994 con el establecimiento del llamado peso convertible [CUC] tiene, en cierto sentido, un antecedente que se remonta a finales del siglo XIX cuando se produjo la primera intervención americana en Cuba.
En 1898 circulaban en el país los ‘alfonsinos’ españoles de 25 pesetas [también eran llamados centenes], los ‘luises’ franceses de 20 francos; los pesos cubanos emitidos por el Banco Español de la Isla de Cuba; los dólares americanos y algún que otro ‘soberano’ inglés, todos ellos monedas de oro excepto el peso emitido en Cuba que eran billetes de diferentes denominaciones.
El enredo de estas diferentes monedas complicaba todas las operaciones comerciales y este asunto fue analizado ampliamente por Robert P. Porter que había sido comisionado por el presidente de los EE.UU., William McKinley, para hacer un estudio[i] a fondo de la situación económica y política de Cuba y Puerto Rico.
El cambio entre las distintas moneda en 1898 era el siguiente:
Lo que generaba que en algunos casos existía una sobrevaloración entre un 6 y un 10% de acuerdo al mercado mundial para esas monedas y con ello se complicaba aún más todo el proceso económico y financiero en la Isla.
Porter recogió opiniones en La Habana, Cienfuegos y Santiago de Cuba para realizar su informe y estas fueron disímiles, por ejemplo los comerciantes santiagueros agrupados en la Cámara de Comercio le dijeron:
“Esta cámara ha escuchado que la administración de la aduana de este puerto ha solicitado al gobierno de Washington que declare el dinero estadounidense legal y obligatorio en todas las transacciones que tienen lugar en este territorio, y consideramos que este movimiento es prematuro, ya que la situación política del país no está resuelta; y, además, perjudicial para el interés comercial y para la riqueza pública debido a la depreciación que causaría en el oro español en circulación y por la dificultad ocasionará la falta de dinero estadounidense en cantidad suficiente para estas transacciones.”[ii]
Destaquemos que los comerciantes santiagueros fueron los únicos en abordar el ángulo político del tema monetario y su opinión es la de que el dólar no debería ser adoptado, con lo que indudablemente se estaría sentando las bases para el control financiero de Cuba por parte de los EE.UU.
Porter también señala como muchos se le acercaron con el interés de que no se efectuase ningún cambio en la situación existente que ilustramos en la tabla más arriba, su opinión fue que:
“… algunos peticionarios plantean el hecho de que significará un aumento de entre 4 y 10 por ciento en los salarios del trabajo, que las industrias cubanas no pueden pagar. Tal resultado, si es cierto, no puede considerarse como un mal, sino, por el contrario, un beneficio para las clases más pobres, cuya condición en Cuba es deplorable más allá de toda descripción.”[iii]
Al parecer el emisario del imperialismo estaba más preocupado por los cubanos humildes que los actuales gobernantes de Cuba. Y a continuación señala que la eliminación del sobrecargo al dólar de un 10% afectaría a aquellos que prestaron dineros con ese sobrecargo y también a los colonos y dueños de fábricas de azúcar pero que de cierta forma estos estarían compensados por la reducción en las tarifas aduanales, por ejemplo las locomotoras, railes y otras maquinarias han tenido una reducción del 20% en las tarifas, así como la eliminación de otros impuestos, lo que no menciona es que estas reducciones favorecían a los industriales y comerciantes norteamericanos.
Porter recibió varias peticiones entre las cuales incluye tres en su reporte, una de ellas es la de los comerciantes habaneros firmada por doce de los más importantes, a ellos se les ocurre la idea que una solución sería fundir todas las monedas de oro y por lo tanto quedarían reducidas a un factor común [reduction of the three coins to a common factor or by melting into grains of fine gold], a esta increíble idea le unieron esta otra, también genial:
“…dentro de un período comparativamente breve, la moneda española y francesa desaparecerán gradualmente de la circulación, a través del movimiento de turistas y otros a Europa, quienes naturalmente encontrarán más barato transportar dinero metálico en lugar de letras de cambio o giros bancario”[iv]
Estos ricos comerciantes estaban más que preocupados por el impacto que podía tener el más ligero cambio en el ‘status quo’ y preferían dejar las cosas más o menos como estaban al finalizar la contienda.
Porter por su parte se entrevistó con el Dr. Antonio Jover, que él menciona solo por el apellido y lo define como director del Banco Español de la Isla de Cuba, sin embargo en otros documentos este Jover aparece sólo como un consejero del banco. En resumen lo que Jover le propone es elevar el cambio de centenes y luises a cinco y cuatro dólares respectivamente. Pero suponemos que una parte importante de la conversación, y que Porter no señala, fue la de mantener en manos del banco el cobro de los impuestos lo cual se logró con la Orden Militar de 7 de enero 1899[iv] pero fue derogada un mes después poniendo al banco en crisis.
Al fin de cuentas McKinley, que tenía más poder en Cuba que en su propio país, dictó un ucase que establecía que a partir del 1 de enero de 1899:
Y como se dice en criollo “bocabajo to’el mundo y a tomar po’el c…”. Resuelto el problema, primero ocupación militar y a continuación control financiero.
[i] El estudio fue publicado con el título general de “Report on the Comercial and Industrial Condition of the Island of Cuba” entre 1898 y 1899 y dedica un capítulo a Puerto Rico e incluso uno a Jamaica, y además incluye la entrevista de Porter, como enviado de McKinley, con Máximo Gómez. Existe una versión abreviada de reciente publicación.
[ii] This chamber has heard that the administration of the custom-house of this port has solicited the government at Washington to declare American money legal and obligatory tender in all transactions which take place in this territory, and we consider this movement premature, as the political situation of the country is not settled; and furthermore, prejudicial to commercial interest and to the public wealth by the depreciation it would cause in the Spanish gold in circulation and for the difficulty it will occasion through the lack of American money in sufficient quantity for these transactions.
[iii] it will be noted that certain petitioners put forward the fact that it will mean an increase of from 4 to 10 per cent in the wages of labor, which Cuban industries can not afford. Such a result, if true, can not be regarded as an evil, but, on the contrary, a benefit to the poorer classes, whose condition in Cuba is deplorable beyond description.
[iv] within a period comparatively brief the Spanish and French coin will gradually disappear from circulation, through movement of tourists and others to Europe, who will naturally find it cheaper to carry some specie instead of drafts
[v] Ver: Alejandro García ÁIvarez.- Metamorfosis de una institución financiera: el Banco Español de la Isla de Cuba. Revista Tiempos de América, N02 (1998), pp. 117-135
[vi] Probablemente se tomó como base el peso del oro, en onzas troy, en las monedas y la más perjudicada en la conversión fue la francesa:
Moneda | onza troy |
American Eagle [$10] | 0.4838 |
Alfonsinos | 0.2333 |
Luises | 0.2255 |
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