Waldo Acebo Meireles
Durante más de un siglo marxistas, marxianos, y sociólogos e historiadores de diferentes pelajes han discutido sobre el papel del individuo, las personalidades, en la historia, para mí es muy sencillo: sin Napoleón y Bismarck la historia europea sería muy diferente; en Cuba sin un Carlos III o un Martí, personajes en las antípodas, también el devenir histórico habría sido diferente.
Al triunfar, sin lugar a dudas, Trump, en las pasadas elecciones, más de uno clamó que no le entregaran los códigos para el uso de las armas nucleares, solicitud absurda pero que fundamentaban en la evidente agresividad verbal del candidato ahora devenido presidente. Desgraciadamente esa agresividad nos ha llevado a la situación actual en la que no solo en la islita de Guam sino en la costa oeste de los EE.UU. se están realizando ejercicios que recuerdan a aquellos ingenuos de protección de las armas nucleares de los años 50-60’.
No conforme con esto también ha amenazado con el uso de la fuerza militar en Venezuela, haciéndole un flaco favor a la oposición del pueblo venezolano a la dictadura de Maduro y demás sicofantes envueltos hasta el cuello en el tráfico de drogas. Y, quizá lo peor, no hemos visto un rechazo rotundo de los líderes de la oposición ha semejante declaración injerencista, humillante, y si ocurriese, de consecuencias fatales en vidas humanas y en el futuro democrático de ese país.
Pero nuestro Trump ya ha tenido su premio: en la última encueta su aprobación ha subido seis puntos llegando a un 45% de aprobación lo cual no es que sea algo para que él se enorgullezca pero si para que lo tome en cuenta, su retórica belicista ha tenido un eco favorable, y esto, por decir lo menos, es muy peligroso cuando hablamos de un personaje con un ego bastante vapuleado en las anteriores encuestas.
Otro asunto ha sacado su cabeza en estos últimos días, la imposibilidad de efectuar las elecciones en el 2020 hasta que no se resuelva el problema de los millones de inmigrantes indocumentados que votaron en contra de Donald Trump, por lo cual nuestro querido líder perdió fraudulentamente el voto popular.
Imagínense ustedes el escenario; una leyenda sin base alguna en la que millones votaron ilegalmente, según Trump, que incluso ha creado un departamento, con el dinero de los contribuyentes, para demostrar semejante insensatez, salida de ese super ego que él posee.
Ni las viejitas ‘boleteras’ de Hialeah por mucho que trataran hubiesen podido lograr semejante resultados, entre paréntesis, aunque Trump perdió en el condado de Miami-Dade, ganó por escaso margen en Hialeah y repito no creo que las ‘boleteras’ tuviesen nada que ver en eso.
Pero el asunto es delicado y de tremenda sensibilidad en la trama democrática de este país, recordemos que desde su campaña, sin argumento alguno, en más de una ocasión atacó el sistema electoral norteamericano por estar amañado, y desgraciadamente nadie rebatió con la fuerza y entereza necesaria semejante planteamiento que pone en duda todo el andamiaje de la democracia y por cierto hizo muy feliz a Putin.[1]
Su sumamos, y no creo que sea esto el tomar el rábano por la hojas, la respuesta positiva de una parte importante de la ciudadanía a la retórica belicista, más la también nada despreciable proporción de los que están de acuerdo con que el voto popular adverso de Trump fue producto de ilegales votando libremente, más ese barrunto de no poder efectuar las elecciones por no ser limpias, pues estamos ante un prolegómeno bastante peligroso de algo nunca visto en este país. ¡Qué dios nos coja confesados!
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